Escondido entre las rocas del espigón. Así localizaron mis humanos por pura casualidad al gato de la fotografía en el puerto de Alicante hace unas semanas. Y es que con esos ojos azul mar y su pelaje pardo en tonos tierra, el mimetismo con su área de refugio quedaba asegurado. Si a las argucias cromáticas le añadimos la precaución propia de los felinos de la calle, el resultado era un camuflaje casi perfecto al abrigo de miradas indiscretas con un único punto débil: la curiosidad felina que le impulsó a asomar la cabeza a fin de descubrir quién osaba perturbar la paz de sus dominios.
La extrapolación de la imagen de este gato roquero precavido pero fisgón a los tiempos que nos toca afrontar, nos lleva a preguntarnos si no estaremos llevando un poco más allá de lo estrictamente necesario la cautela precisa en nuestra adaptación a las nuevas circunstancias. Y es que quizá sea necesario, queridos lectores, que, como el protagonista de esta entrada, nos decidamos de una vez a asomar las orejas para descubrir por nosotros mismos qué está pasando más allá de nuestros escondites... Y por eso, decidnos: ¿seguís ahí, camuflados aunque al acecho entre los entresijos de la blogosfera? ¿O acaso sentís que vais tornándoos invisibles vencidos por los acontecimientos? Sea como sea o simplemente porque os ha gustado la foto de nuestro humano, desde nuestra Gatera os invitamos aquí y ahora a rebelaros contra la situación y a haceros notar levantando patas y manos. ¿Sumamos comentarios?