miércoles, 26 de abril de 2017

El tren...

Un tren de vapor, clásico y elegante, avanza entre los sueños de una noche de abril. El traqueteo propio del trayecto y el gorjeo característico de la máquina hacen que uno de los gatetes que viajan dentro se despierte. Somnoliento, se frota su único ojo con sus patitas naranjas y, sorprendido, mira a su alrededor.

- Pero... ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos, Noa?
- En el compartimento de un tren, Elmo.
- Y ¿por qué vamos de esta guisa? Que tú llevas vestido y bolsito de señorona, Rumbo traje y corbata y yo... ¡bombín, pajarita y monóculo! Mira qué chulo voy, je, je.
- Es que vamos ataviados con prendas victorianas, Elmo. Y según creo, viajamos en el Orient Express.
- ¡Toma ya! Y eso... ¿por qué?
- Cosas de Rumbo. Pregúntale a él.
- Rumbo, Rumbo.
¿Por qué viajamos los tres en el Orient Express? Y ¿por qué vamos vestidos así?
- Pues porque tenía derecho a un último capricho y ha sido este. Espero que no te importe.
- Vale, vale, si estoy la mar de guapetón pero... ¿se puede saber a dónde vamos?
- Corrección, Elmo. Vosotros seguís vuestro camino y espero de corazón que por mucho tiempo. En cambio yo... Yo me bajo en la próxima estación.
- ¿Cómo que te bajas?
- La próxima es mi parada, amigo.
- Pues yo me bajo contigo. ¿Tú no vienes, Noa?
- Ni tú ni yo nos bajamos aquí, Elmo, que nuestra vida sigue. En esta parada solo puede bajar Rumbo. 

El traqueteo del tren aminora al tiempo que pierde velocidad. Un silbido en la noche anuncia que la siguiente estación está cerca...

- En fin, creo que ha llegado el momento de separarnos, chicos.

Noa y Elmo lloran y los tres gatos se abrazan resumiendo en un achuchón tricolor toda una vida juntos.

- Noa, gracias por iluminar mi vida y por crecer a mi lado, por ser mi hermana y mi compañera.
- Hasta pronto, gran gato azul. Gracias por haberme cuidado todos estos años y por enseñarme que dos (hablando de gatos) siempre es mejor que uno solo.
- Y a ti, Elmo, ¿qué decirte? Que sigas siendo el gato maravilloso e inocente que eres. Y que gracias por llenar de pelos naranja mi vida.
- Pero... Rumbo... No puedes irte. ¿Qué vamos a hacer sin ti? ¿Qué voy a hacer sin ti?
- Lo siento, amigo, pero un gato se va cuando debe hacerlo y a mí me toca hacerlo ahora.
- Pero... ¿por qué? Y ¿a dónde vas sin transportín ni hatillo ni bocadillo? Si solo llevas un paraguas...
- No necesito ni maleta ni comida. Y si solo llevo un paraguas es porque es lo único que voy a necesitar hasta llegar al lugar en el que me esperan, que me temo que van a llover lágrimas y ya sabes que no me gusta mojarme el pelaje.
- Rumbo...

El tren se ha detenido completamente y el revisor anuncia la parada del Arcoíris.

Y aquí llega mi papel, que me toca aparecer en escena para acompañar con todo el dolor de mi corazón a mi pequeño gran Rumbo hasta la puerta del vagón.

- Hasta la vista, mi vida. Sin duda este ha sido un viaje maravilloso. Gracias por compartir parte del trayecto conmigo.
- Tranquila, humana. Cuídales, ¿vale? Y no tengáis prisa por llegar, que yo os estaré esperando todo lo que sea necesario y en muy buena compañía.

Y Rumbo, tras poco más de 12 años a mi lado, baja contento y confiado hasta el andén, abre su paraguas y se gira para mirarme con sus tiernos ojos color ámbar una última vez mientras el tren, ese tren que era su capricho, se pone en marcha y nos separa por lo menos hasta que volvamos a encontrarnos. Con lágrimas en los ojos, regreso al compartimento con Noa y Elmo. Y los tres, que antes fuimos cuatro, nos acurrucamos y seguimos nuestro viaje, tristes por la despedida pero inmensamente felices por haber disfrutado de su compañía, de su amistad y de su amor.

- Mamá... ¿Me puedo llevar el monóculo al mundo real? Para acordarme siempre de Rumbo, ya sabes.
- Tranquilo, peque, que con monóculo o sin él nunca le olvidarás.
- Es verdad, nunca, jamás le olvidaré...


En esta parada solo puede bajar Rumbo...

Bueno, después de tantos días luchando, resistiendo, aguantando, parece que la despedida tenía que llegar y así ha sido. Y aunque la realidad nos alcanzó ayer en torno al mediodía y fue la que fue, con sus lagrimitas, sus besos y sus arrumacos, hemos preferido regalaros un último gran viaje (que para todo lo demás siempre hay tiempo) Estad tranquilos, que aunque le acompañé yo sola, le besé en nombre de todos y él, sabiéndose tan querido, se fue sereno, relajado y en paz. Y ahora... Ahora empieza nuestra vida sin rumbo aunque con Rumbo siempre en el alma. ¿Seremos capaces? Solo hay un modo de saberlo. ¿Algún viajero quiere subir al tren? En la foto, un detalle de su manta azul, esa que le compré recién llegado a casa y que guardaré tal cual, llena de sueños, de siestas y de pelos. Y es que ¿acaso podría ser de otra manera?

Adiós, mi pequeño gran Rumbo. Te he querido, te quiero y te querré siempre. D.E.P. y que el arcoíris te sea leve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Maullidos, ronroneos e incluso bufidos. ¡Este es el lugar adecuado!

----------