Hoy hace dos meses. Dos meses desde que Rumbo se fue tras agotar su séptima vida luchando contra un linfoma implacable que le diagnosticaron a finales de diciembre. Algunos ya lo sabréis, otros quizá no. Y pensar que acudimos al veterinario por lo que creíamos que era un resfriado mal curado... Pero como bien dice la canción, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y tras varias pruebas y varios especialistas, en vez de regresar a casa con la típica medicación para un gato que estornuda volvimos casi en shock con un cáncer fulgurante que no nos dio ni tregua, ni cuartel, ni demasiadas opciones. Y aun así no quisimos rendirnos...
Creo que cosas como la quimio o un oncólogo nunca deberían formar parte del horizonte cotidiano de un gatete. ¿Qué narices? No deberían formar parte del horizonte de nadie. Pero desgraciadamente ahí están, al acecho, y para Rumbo y esta familia pasaron de repente a ser su día a día durante casi cuatro meses, el tiempo que aguantó mi niño en tratamiento entre revisiones, nauseas, pérdida de peso, hemorragias, dolor y constantes analíticas. No, no fue fácil, no fue agradable y a estas alturas no pretendo entrar en detalles, que lo pasado, pasado está, pero os juro que todo lo que hicimos lo hicimos por él, unidos como la familia de cinco que somos (o mejor dicho éramos...) y acompañándole hasta el final, con Noa y Elmo convertidos en enfermeros de excepción, corriendo de acá para allá en pos de la más mínima posibilidad, intentando sacar fuerzas y sonrisas de flaqueza, al menos hasta que el 25 de abril mis lágrimas perlaron los últimos latidos de su enorme corazón.
Hoy hace dos meses. No hay mucho más que añadir. Salvo que cada día sentimos su ausencia. Salvo que es increíble lo que pesa un transportín vacío o el vacío enorme que deja un pequeño gran gato. Y salvo que una Gatera de Rumbo sin Rumbo no tiene demasiado sentido... ¿Hora de decir adiós? Cuanto menos, hasta luego tras casi 9 años de un blog inspirado en y por un gato magnífico que me animó a escribir. Que me animó a ser. Que me animó a vivir. Y al que despedí con todo mi amor al sentir que se bajaba del tren de la vida hace tanto, hace tan poco... Porque su reloj, ese con el que dormía al ritmo del tic-tac delante de la ventana abierta, se nos paró aquel día y lo hizo para siempre. Y desde entonces nadie ha ocupado su cesta, en mis sueños susurro su nombre y el tiempo, al menos para nosotros, anda un poco perdido...
Rumbo... Siempre, Rumbo... |
Uf... Qué difícil es colgar el cartel de cerrado cuando no es por reformas. Pero bueno, llegados a este punto no queremos despedirnos sin antes agradecer vuestra cálida y grata compañía entrada tras entrada durante todos estos años, que antes de Twitter y FB nos hicisteis sentir especiales aquí, acogidos, arropados y unidos a tantos y tantos amigos que hicimos gracias a este blog, a este rinconcito gatuno con el que disfrutamos como niños. Un placer haber compartido aventuras con lectores humanos y gatunos tan grandes. Y ¿quién sabe? Quizá algún día nuestros caminos de baldosas mágicas vuelvan a cruzarse aunque siempre mejor si la musa que conjure el reencuentro es un gato. Un gato como ese que ahora nos sonríe desde algún pedacito azul del arcoíris.
¡Ronroneos y hasta la vista!
¡Ronroneos y hasta la vista!