La semana pasada, Noa, Elmo y yo hicimos una visita conjunta a la clínica veterinaria. Resulta que al rubiales, todo un chicarrón de 6 meses, le había llegado la hora de pasar por el quirófano para acabar con su, cada vez más evidente, fuente de testosterona (Ejem, ejem...) Con esto quiero decir que el enano ha ingresado con honores en el club de los gatos eunucos. Su intervención y la estancia en la clínica fueron muy bien y, desde que se despertó tras la cirugía, ha estado dando, como siempre, la lata habitual: y es que este pequeño es pesado hasta después de una operación.Lamentablemente, Noa y yo no sólo fuimos a la clínica para dar ánimos a Elmito: aprovechando su ayuno de 12 horas impuesto a causa de la cirugía, a Noa y a mí también nos dejaron sin cenar para hacernos unos rutinarios análisis de sangre. Entenderéis que yo me disgusté mucho, no tanto por la sangría sino como por pasar toda una noche sin poder llevarme una croqueta a la boca. De todas maneras, tampoco me chifla el tema de que me saquen sangre y, según comentaron los humanos presentes durante la extracción, Noa se portó mil veces mejor que yo. ¡Pues sólo faltaba! Una cosa es que me saquen sangre y otra es que se lo ponga fácil, ¿no? El que con toda seguridad no se movió ni un poquito fue Elmo, pues a él también le extrajeron sangre, pero mientras estaba dormido, así que el pobre no tuvo opción de resistirse... ¡En fin! De toda esta expericencia cuasi vampírica, lo único realmente bueno es que los tres estamos, en general, bastante sanos y libres de VIF y FeLV. A Noa aún le falta recibir unos resultados que tardarán algo más, pero esperamos que estas pruebas también tengan una interpretación positiva. Así que, como dicen por ahí, bien está lo que bien acaba, ¿no creéis?
A pesar de que la cosa no fue mal del todo, yo espero que a mis humanos no se les ocurra traumatizarme con agujas y jeringuillas en mucho tiempo (por lo menos en 12 largos y placenteros meses) Durante ese periodo de paz, seguro que seguiré padeciendo a las dichosas báscula y cinta métrica y así, el miércoles de marras, además de sangrarme me pesaron: el veredicto del pesaje fue que continúo manteniéndome en 6 kilos y 350 gramos... Pero esa ya será otra historia...
Cuenta la leyenda que, un buen día, mientras el físico Isaac Newton estaba en su jardín, una manzana cayó sobre su cabeza. La principal consecuencia de este accidente (aparentemente insustancial aunque sin duda algo molesto) no fue un simple chichón, sino el desarrollo de la archiconocida Teoría de la Gravitación Universal, allá por el siglo XVII.
Pues resulta que, después de fracasar estrepitosamente como casa de acogida, mis humanos decidieron, hace un par de semanas, adoptar definitivamente al pequeño rubiales. No os lo habíamos dicho antes porque yo esperaba que recapacitasen y le buscasen otro alojamiento al dichoso tuertecillo, pero en vista de que no va a ser así, creo que es mejor empezar a asumir la dura realidad: nuestra Gatera tiene un nuevo inquilino y, poco a poco, ¡esto empieza a parecerse al camarote de los hermanos Marx!
Hace cinco meses recogí de la calle a una gata y su camada recién nacida que se encontraba en peligro. Nada menos que cinco gatos le metí a mi madre en su terraza, que es grande y acristalada, después de dos días de caza de una gata salvaje. Los aislé de mis gatos y mis perros por miedo a que pudieran tener inmuno pero luego los analizaron y dieron negativo de todo. Actualmente tres de mis gatillos tienen dueño (uno de ellos se queda conmigo y ya van tres...) y me quedan viviendo en el mismo sitio la madre (a la que he castrado aún sin saber qué será de ella) y una hembrita algo miedosa. La que más me preocupa es la madre, no es sociable y bufa si te acercas mucho, pero araña sin uñas y creo que podría vivir en una casa sin problemas con alguien conocedor de los gatos [...]
A la primera que os presentamos es a Pretty, que tiene poco más de un año. Es una gatita de pelo corto, blanca y negra. Está castrada desde el mes de julio y sana como una manzana. No está socializada aunque en una casa sin perros se queda tranquila y se puede pasar a su lado sin problemas. Según nos cuentan, nunca ha atacado, de hecho, si intentan tocarla bufa y echa la patita, pero sin sacar las uñas. El caso es que una persona conocedora de los gatos se haría con ella, pero necesita que le den tiempo y que sean pacientes.
La otra chiquitilla que busca familia es también blanca y negra y se llama Whiskers. Podéis distinguirla por las manchitas de su morro. Tiene cinco meses de edad y es un poco miedosa, aunque también es curiosa, juguetona, fuerte y sana.





Me llamo Rumbo y soy un gato urbanita que comparte sus experiencias cotidianas y sus reflexiones felinas con todo aquel que quiera leerlas. ¿Os animáis?







