
Lamentablemente, Noa y yo no sólo fuimos a la clínica para dar ánimos a Elmito: aprovechando su ayuno de 12 horas impuesto a causa de la cirugía, a Noa y a mí también nos dejaron sin cenar para hacernos unos rutinarios análisis de sangre. Entenderéis que yo me disgusté mucho, no tanto por la sangría sino como por pasar toda una noche sin poder llevarme una croqueta a la boca. De todas maneras, tampoco me chifla el tema de que me saquen sangre y, según comentaron los humanos presentes durante la extracción, Noa se portó mil veces mejor que yo. ¡Pues sólo faltaba! Una cosa es que me saquen sangre y otra es que se lo ponga fácil, ¿no? El que con toda seguridad no se movió ni un poquito fue Elmo, pues a él también le extrajeron sangre, pero mientras estaba dormido, así que el pobre no tuvo opción de resistirse... ¡En fin! De toda esta expericencia cuasi vampírica, lo único realmente bueno es que los tres estamos, en general, bastante sanos y libres de VIF y FeLV. A Noa aún le falta recibir unos resultados que tardarán algo más, pero esperamos que estas pruebas también tengan una interpretación positiva. Así que, como dicen por ahí, bien está lo que bien acaba, ¿no creéis?
A pesar de que la cosa no fue mal del todo, yo espero que a mis humanos no se les ocurra traumatizarme con agujas y jeringuillas en mucho tiempo (por lo menos en 12 largos y placenteros meses) Durante ese periodo de paz, seguro que seguiré padeciendo a las dichosas báscula y cinta métrica y así, el miércoles de marras, además de sangrarme me pesaron: el veredicto del pesaje fue que continúo manteniéndome en 6 kilos y 350 gramos... Pero esa ya será otra historia...