Los dobles...

¡Las cosas que tiene la vida! Os preguntaréis por qué digo esto y no os preocupéis, que os lo voy a contar. Como bien sabréis, hace unos días vinieron los Reyes Magos a repartir alegrías e ilusiones por todos los hogares y el nuestro no iba a ser menos. Así que en la mañana del 6 de enero, bien tempranito, nos preparamos para descubrir los regalos que Melchor, Gaspar y Baltasar habían tenido a bien depositar bajo nuestro árbol. Algunos paquetes eran para mis humanos, pero vayamos a lo que importa, pues resulta que a Noa y a mí nos habían traído unos collares nuevos y un par de sacos de pienso. Con esto hubiese sido más que suficiente, pero Sus Majestades decidieron que dos regalos más llevasen nuestros nombres...

¡Con los ojos como platos me quedé cuando descubrí que dos gatos nuevos me miraban desde un rincón! Uno era gris, como yo. La otra era blanca, como Noa. El gris era para Noa. La blanca era para mí. ¡Eran nuestros dobles! Así que a Noa le han traído un Rumbo y a mí, una Noa. ¡Cómo si me hiciera falta otra chiquitaja blanquita en casa! No entiendo cómo se les ha ocurrido algo así a los buenos de los Reyes...

La verdad es que, una vez superado el estupor inicial de vernos a mí y a Noa convertidos en peluches, estos dos amiguetes no están tan mal: son calladitos, limpios, suaves y no se comen nuestra comida. ¿Qué mas se puede pedir? Eso sí, lo que no me gusta un pelo es que se han colocado en uno de mis sitios favoritos para dormir: tendré que dejarles claro que ese sofa-camita es mío... ¡Pero esa ya será otra historia!