Esta mañana, mientras mi humana subía la persiana del estudio que da al patio de luces se ha dado un susto de muerte. En realidad, el susto se lo he dado yo, que la miraba con curiosidad asomado peligrosamente a la ventana de nuestro baño. El caso es que mis humanos sospechaban desde hace tiempo que yo sabía abrir esta ventana corredera con mi patita cuando no quedaba bien cerrada o cuando dejaban un resquicio abierto para ventilar y mis paseos secretos por su repisa eran la comidilla de nuestra casa siempre que una de sus hojas aparecía abierta de par en par. Y que conste que les sorprendía cómo era posible esto, pues no es una ventana de acceso fácil por estar bastante alta. Pero nunca, jamás, me habían visto en plena acción. Hasta hoy, que he sido pillado in fraganti.
Con el miedo metido en el cuerpo, mi humana no ha podido más que esperar a que yo me decidiera a entrar en casa de motu proprio, pues su intervención podría haberme asustado y haber provocado mi caída. Mientras aguardaba a que yo volviera a la seguridad de nuestro baño, ha decidido tomarme unas fotos como prueba de mis hazañas ventaneras. ¡Y aquí tenéis la prueba! (Que conste que esta es la mejor de varias fotografías pero, con los nervios, han quedado todas un poco movidas... Ejem, ejem...)

No penséis que soy un imprudente, pero es que, asomado a esta ventana, ¡se aprenden tantas cosas de los vecinos y de su día a día! Aunque me temo que, a partir de ahora, mis ansias por asomarme a realizar mis estudios sociológicos y mis trabajos de campo sobre la comunidad humana de nuestro edificio van a verse obstaculizadas por la vigilancia constante de mi humana, que no va a volver a dejarse, por desgracia, la ventana mal cerrada. ¡Ains! ¡Es el fin de una era! Primero me dejaron sin la ventana del dormitorio... Ahora me quedo sin la ventana del baño... ¿Qué será lo siguiente? Y todo porque Noíta se cayó una vez al patio del primero (¡tres pisos de caída libre y sin red!) Pero yo no tengo la culpa de que ella sea un poco torpe y, además, las cornisas y aleros se hicieron para que los gatos nos asomemos y nos paseemos, ¿o no? Y, ahora, confesad vosotros, queridos lectores, ¿os asomáis alguna vez a vuestras ventanas? ¿Os paseáis temeraria y libremente por balcones y terrazas u os controlan como a nosotros? ¿Tenéis instalado algún sistema de seguridad anticaída, tipo mosquiteras, en vuestras casas? ¿Habéis tenido algún resbalón peligroso como el de Noa? ¡Animaos y contadnos vuestras propias aventuras ventaneras!
NOTA: Debemos dejar claro que las ventanas y balcones son lugares peligrosos y que hay que tener mucho cuidado porque, aunque parezca imposible, los gatos, animales dotados de una agilidad y equilibrio increíbles, también pueden caerse. Lamentablemente y, a pesar de tomar precauciones como no abrir las ventanas de par en par o instalar mosquiteras y redes, este tipo de accidentes se producen muy a menudo, pudiendo ser sus consecuencias graves o, incluso, mortales para nuestros amigos gatunos. Y tened en cuenta una cosa: ante una caída de este tipo, es fundamental acudir al veterinario lo antes posible, aunque parezca que el gato no se ha hecho nada. En muchas ocasiones puede que existan lesiones internas que, de no ser detectadas y tratadas inmediatamente, podrían costarle la vida al felino accidentado.