El viernes descubrí, lleno de ilusión y de comedida alegría felina, un nuevo rincón de mi casa: la repisa de la ventana del dormitorio. Mi humana abrió un momento para ventilar la habitación y, en un descuido, ¡yo salté al otro lado! Me sentí como un explorador decimonónico al descubrir la fuente de la juventud eterna. Bueno, ya sé que no es para tanto, pero para mí fue un momento lleno emoción: cuando ya creía que conocía mi casa de cabo a rabo, ¡tachán! ¡Un nuevo aliciente! Lo malo es que, como mi humana me descubrió mientras estaba dando mi salto de gracia, no pude disfrutarlo ni un minuto.
A causa de la aventurilla que os acabo de contar y de mi recién descubierta afición por las ventanas y sus voladizos, mi humana me comenta que es importante que os diga que hay que tener mil ojos cuando se tienen mascotas en casa. Y más cuando estas tienen acceso a balcones, terrazas y ventanas. Es importante saber que toda apertura al exterior (especialmente si vivimos a cierta distancia del suelo) es sinónimo de peligro y de accidentes en multitud de desgraciadas ocasiones. Así que ¡cuidadín con las ventanas! Después de mi historieta puedo resultar incongruente, pero para evitarlo apelo a una gota de sabiduría extraída de la filosofía de vida de mi abuelito humano por parte de humana que dice así: "¡Haz lo que yo te diga, pero no lo que yo haga!" (Ejem, ejem...) Así que por mucho que yo haya saltado a la repisa, causando el consiguiente pinchazo en el corazón de mi humana, recordad que quien evita la ocasión, ¡evita el peligro!
De todas maneras, no creo que pueda acceder al exterior durante mucho tiempo porque después de mi breve incursión en terra incognita, la vigilancia y las medidas de seguridad se han quintuplicado... ¿Quién dijo que fuera fácil? Contra viento y marea, seguiré luchando por conseguir sentarme allí. ¡Palabra de gato! Otra cosa es que lo consiga... Pero eso ya ¡es otra historia!
De todas maneras, no creo que pueda acceder al exterior durante mucho tiempo porque después de mi breve incursión en terra incognita, la vigilancia y las medidas de seguridad se han quintuplicado... ¿Quién dijo que fuera fácil? Contra viento y marea, seguiré luchando por conseguir sentarme allí. ¡Palabra de gato! Otra cosa es que lo consiga... Pero eso ya ¡es otra historia!
Por si queréis saber más sobre gatos y alturas, os dejamos el enlace a otra entrada en la que contábamos el accidente de Noíta, porque yo aterricé en el voladizo pero la chiqutaja fue protagonista de un vuelo corto, intenso y con carrera al veterinario incluida...
Son tan maravillosas las vistas desde esas repisas... pero mami es como la vuestra. ¡No nos deja asomarnos si ella no está presente! Y en Alicante vivímos en una entreplanta y con rejas... que nos impiden escapar, pero ella no se termina de fíar, porque hay unos huecos a cada lado y dice que si nos aplastamos podríamos entrar (yo, porque Luna por mucho que quiera aplastarse le sería imposible, jiji).
ResponderEliminarHemos leído lo que le pasó a Noa.
¡Menos mal que se quedó en un susto! Esas cosas no se hacen sin pensar, Noíta...
Ronroneos.
Dominen a sus humanos para que les construyan unas mosquiteras y les pongan una atalaya para mirar... ¡Muahahahahá!
ResponderEliminarSí, mucho cuidado, Rumbo. En otro edificio que vivía, vi caer al gato del vecino de arriba por la ventana y fue horrible. Al principio no sabía lo que se había caído, pero cuando me asomé por el balcón y lo vi allí tirado... Pobrecillo. Aunque tengan mucho equilibrio, en un descuido puede pasar lo peor.
ResponderEliminarA veces me da pena que no puedan salir a la calle, pero me alegro de tener unos grandes ventanales por los que pueden mirar mis peques lo que quieran sin correr peligro :)
Saludos,
Tanakil.