¡Noooooooooo!

¡Nooooooooo! ¡No estaba preparado para esta noticia! ¡Resulta que mi orondo cuerpecito ha perdido 150 gramos y 8 centímetros de contorno en la barriga! ¡La dichosa dieta a la que me tienen sometido comienza a hacer estragos en mi redonda anatomía! Me he llevado tal susto cuando la veterinaria se lo ha dicho a mis sonrientes humanos que no sabía donde meterme, porque ¿y si esto no es más que el principio? ¿Y si empiezo a perder y a perder peso y al final desaparezco? Así que, nada más llegar a casa, lo primero que he hecho, antes incluso de saludar a Noíta, ha sido ahogar mis preocupaciones en un puñado de pienso (insípido, porque es bajo en calorías, pero comestible al fin y al cabo...) Y es que puede que comer no resuelva nada, pero las penas con la barriga llena parecen menos graves, reduciéndose, de paso y con cada croqueta, la posibilidad de llegar a desvanecerme (Ejem, ejem...)

Por cierto, en un mes me toca una nueva visita a la clínica para volver a pesarme y a medirme... ¡Miedo me da! Porque, ahora que han comprobado que el racionamiento funciona, me parece a mí que no me escapo hasta que me haya convertido en una sílfide gatuna... En fin...