martes, 11 de diciembre de 2007

¿Dioses o demonios?

La relación del gato con los humanos ha sido cambiante a lo largo de los siglos, cual veleta que gira siguiendo el viento. Ha habido épocas de la historia, como hace mucho tiempo en el Antiguo Egipto, en las que los gatos hemos sido adorados como dioses, quedando instalados en los altares a cambio de nuestro exquisito saber estar y de hacer algo que realmente sabemos hacer muy bien: cazar serpientes, ratones y otras alimañas. Etapas de existencia cómoda y regalada junto a los humanos como la descrita dieron paso en muchas ocasiones a periodos de persecución en los que el gato fue considerado un auténtico diablo sin otra posibilidad de redención que la tortura y la muerte: en la Edad Media nuestro amor por la noche y nuestra vinculación frecuente con mujeres sospechosas de ejercer las artes oscuras no nos trajeron nada bueno (¡Pero que conste que nosotros siempre nos arrimamos a buenas personas!)

Si nuestra convivencia con los humanos a lo largo de los siglos ha avanzado de esta manera (pasito para adelante, pasito para atrás...), en la actualidad el panorama al que nos enfrentamos es la división del mundo entre aquellas personas que están a favor de los gatos y esas otras a quienes la simple presencia de un felino les provoca cuanto menos cierto repelús. No nos vayamos a creer que todo el monte es orégano, pues hay muchos humanos que no están hechos para los gatos, al tiempo que hay muchos gatos que no están hechos para las personas. Esto es así y difícilmente podrá cambiar. Es más, jamás hay que forzarlo a cambiar, pues el resultado serán relaciones fallidas y rupturas dolorosas... En un término medio estamos esos gatos y esos humanos que, aceptando nuestras rarezas y nuestras manías, decidimos compartir nuestras vidas, pase lo que pase y le pese a quién le pese, luchando, a veces contra viento y marea, para que nuestra convivencia llegue a buen puerto. Porque (y si lo pensáis, veréis que tengo razón...) nosotros a veces somos un misterio para vosotros (es nuestra naturaleza...), pero vosotros tampoco dejáis de ser una cajita de sorpresas. ¡Ay, si los gatos habláramos! ¡La cantidad de cosas que os podríamos contar! Menos mal que he llegado yo... Ejem, ejem...

Pero dejémonos de rodeos, queridos lectores. Es hora de reflexionar y de contestar esta sencilla pregunta: ¿cómo es, en vuestra opinión, un gato? ¿Divino o demoniaco?

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