jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Quién le pone el cascabel al gato?

El cascabel constituye la base de una controvertida cuestión entre los colectivos gatunos. Asociado desde tiempos inmemoriales a los gatos, este sonoro artilugio no tenía mayor finalidad que la de permitir localizar por medio de su tintineo al felino defensor de los silos y de las despensas. En la actualidad, esta bolita sonora constituye, en la mayoría de los casos, un elemento puramente decorativo, siendo muchos los humanos que se oponen a su uso en defensa de la tranquilidad y el sigilo de los mininos caseros.

En paralelo a su propósito real, existe una vinculación de sesgo más artístico entre los gatos y los cascabeles (ahora es cuando demuestro lo leído que soy...) que parece tener su origen en un cuento popular del siglo XIV en el que se narra la historia de un grupo de ratones que vivían atemorizados por un felino: ante tamaña amenaza, deciden que lo mejor es colocarle un cascabel (Je,je...) El dilema que surge es el siguiente “¿Quién le pone el cascabel al gato?” Evidentemente, la cuestión no tiene fácil solución, porque ninguno de esos diminutos roedores quería estar cerca de su asesino potencial (y que nos disculpe la comunidad ratonera del mundo, porque nuestros ataques incesantes no son resultado de la malicia: se trata de simple e incontrolable instinto...)

Otros escritores humanos retomaron siglos después esta escena de los ratones en pleno debate, aunque el final siempre fue el mismo. Ningún osado ratón se atrevió a acercarse al gato hasta que versiones más recientes de la historia consiguieron que los roedores vencieran a causa de ciertas imposiciones propias de una época "políticamente correcta": ¡pura ciencia-ficción! Tonterías aparte, el caso es que la expresión humana “Ponerle el cascabel al gato” ha quedado irremediablemente asociada a acciones peligrosas y complicadas que alguien tiene que acometer, reflejándose magistralmente su significado en versos como los siguientes:

Juntáronse los ratones,
para librarse del gato,
y después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel;
que, andando el gato con él,
librarse mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo,
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
“¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?


Lope de Vega. Siglo XVII.

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