El Gato con Botas

Supongo que todos conocéis la historia de "El Gato con Botas". En ella, el minino protagonista consiguió que su joven y pobre amo llegase a casarse con la hija del rey gracias a su ingenio, a un saco y a unas botas. ¡Eso es medrar socialmente y lo demás son tonterías! Este cuento de Perrault nos descubre, sin duda, a un felino inteligente pero un pelín excéntrico, porque ¿a ver? ¿Cuántos gatos llevan botas? ¡Imagináos la facha que tendríamos si las lleváramos! Vamos, que las botas son para los humanos. Y las zapatillas... Y las sandalias... ¡Y cualquier tipo de calzado! Nosotros estamos preparados para caminar descalzos, con unas almohadillas que amortiguan nuestros pasos. Así que, si nos paramos a reflexionar, llegaremos a la conclusión de que el Gato con Botas era en realidad una víctima de la moda que quería lucir palmito.

¡El pobre! ¡Debía padecer algún tipo de trastorno que le hacía pensar que, en realidad, era una persona! Y una cosa es convivir con nuestros humanos, tan encantadores y serviciales, y otra muy diferente es creer que somos uno de ellos. Así que permitidme utilizar al gato del cuento como ejemplo de lo que no debe ser, reclamando con orgullo nuestra "gatinidad".

Gatos del mundo:
¡sed siempre lo que sois y mantened las colas bien altas!

Porque ser gato no es una imposición...

¡Es todo un privilegio!