Este fin de semana hemos tenido a una okupa en el baño. Resulta que mi humana volvía a casa el viernes por la tarde cuando escuchó los maullidos de un gatito chiquitín que salían de un coche. No es extraño que los gatos de la calle utilicen los motores y las ruedas como refugio y esto puede resultar muy peligroso... ¡Así que había que sacarle de ahí! Con ayuda de otra chica y utilizando a su favor el hambre que tenía, tentaron al ya afónico gatito con el aroma incomparable de una latita de comida recién abierta y, de esta manera, consiguieron que un pequeño negro y tiznado saliera lo suficiente como para agarrarle por el pescuezo. ¡Misión cumplida! El nuevo problema era qué hacer con el gatito: mi humana decidió que se lo traería a casa porque no podía dejarle en mitad de la calle. De camino, paró en una clínica veterinaria para ver si el peque, que resultó ser una chica (¡cómo no!), estaba bien de salud. Y salvo por la mugre que tenía encima y alguna que otra pulga, el veredicto fue que, con su mes y medio de vida, estaba como una rosa.
Ya en casa, la pequeña fue instalada en el cuarto de baño. Y es que cuando un gato de la calle entra en una casa con más gatos no se pueden juntar a lo loco: el recién llegado siempre tiene que estar aislado hasta que haya pasado el tiempo de cuarentena. Noa y yo enseguida nos dimos cuenta de que algo pasaba, pero no pudimos ni acercarnos... En cuanto llegó mi humano, se pusieron a bañar a la peque y resultó que las zonas grises de su pelaje eran blancas (será que venía disfrazada de camuflaje color asfalto...) Hambre tenía un rato y comió y bebió hasta que quedó saciada y ya, más tranquila, se metió a dormir en el transportín (MI transportín, que ya hablaré de eso con mis humanos...) Así, entre juegos, pienso, desparasitaciones y arena, la pequeña Leia, que así le han puesto mis humanos, ha pasado un par de noches en nuestro cuarto de baño, con Noa como vigilante perenne al otro lado de la puerta: será que no quería que a la recién llegada le faltara nada (Ejem, ejem...)Como no podíamos quedarnos con ella, pues tenía que pasar encerrada horas y horas en el transportín, empezamos a difundir el caso con urgencia, hasta que encontramos una casa de acogida en la que va a estar como una reina: ayer se marchó ya, dejando el baño vacío y un huequito en el corazón de mi humana, porque yo sé que esta chiquitaja le ha hecho tilín... Evidentemente, nos mantendremos en contacto con su nueva mamá de acogida para saber qué tal le va. Y desde aquí os presentamos a nuestra princesa Leia, que es muy guapa, muy buena y muy graciosa y que busca una familia que la quiera con locura. Está en la zona de Alicante, así que si os habéis enamorado de esta enana, poneos en contacto con nosotros cuanto antes (gateraderumbo@gmail.com), porque cada minuto que pasa es un minuto de su vida que os estaréis perdiendo.
Los hay grandes, pequeños, interesantes, aburridos, gruesos, finos, pesados, ligeros, blandos, duros... Vamos, que los podemos encontrar de todo tipo. Y eso sólo si nos fijamos en sus características externas, porque si nos detuviésemos a analizar sus contenidos esta humilde entrada sería inabarcable. Estamos hablando, evidentemente, de libros, porque hoy es su día y creemos que es importante dedicar un momento a recordar el papel fundamental que han jugado y aún juegan como guardianes de historias, potenciadores de fantasías, compañeros de mentes despiertas y agitadores de otras menos avispadas. Y para dar fe de que en La Gatera nos gustan los libros, por dentro y por fuera, o
Permitidme que hoy me convierta en modelo por un rato, aunque no vayáis a pensar que cedo mi imagen a una causa cualquiera, ¡faltaría más! Si me he decidido a posar en esta ocasión de forma totalmente desinteresada es porque desde nuestra Gatera intentamos publicitar la venta de calendarios de la asociación 
Para terminar esta entrada, permitidnos mandar un enorme GRACIAS a nuestros amigos
El primer gato que os traemos, se oculta tras un rostro completamente negro, una pequeña nariz y unas cuencas triangulares y vacías que dan vida en el muro a un felino ciertamente inquietante. Se trata de una obra de sencillez extrema que aparece claramente superpuesta a otras (y es que este reaprovechamiento de las paredes es muy habitual entre los grafiteros) Quizá la fuerza de su mirada se esconde precisamente tras el impacto que produce en el espectador este felino totalmente negro a causa de lo anguloso y oscuro del resultado en un entorno que, ya de por sí, pone los pelos de punta...

Mis humanos pasaron unos días en Roma a principios de febrero y durante su viaje confirmaron que la capital de Italia es una ciudad gatuna por sus cuatro costados. Muchos son los gatos que han convertido las ruinas y monumentos en su hogar, componiendo con su caminar confiado y sus perfiles felinos un paisaje coloreado aquí y allá con los matices de originales y brillantes mantos gatunos. Acostumbrados a la avalancha de turistas que recorren diariamente su territorio, deambulan entre ellos como si nada, dejándose fotografiar sin ningún tipo de pudor y pidiendo mimos y caricias a todo aquel que se detiene a admirar su cotidianeidad tranquila y serena.
Un ejemplo de espacio ganado por el movimiento felino de Roma es el Santuario de Torre Argentina, donde se atiende y cuida a un numeroso grupo de gatos callejeros. Muchas de las fotos que podréis admirar a lo largo de esta entrada fueron tomadas por mis humanos en ese lugar, refugio y paraíso felino en mitad del ruido y el caos de la urbe. El resto de imágenes corresponden a gatos repartidos por otros monumentos y conjuntos arqueológicos como los Foros Imperiales o el Coliseo. Comprobaréis que se trata de gatos bien cuidados y alimentados, de aspecto saludable y lustrosos pelajes, lo que una vez más demuestra que en España aún nos queda mucho por hacer. Y es que las colonias felinas controladas no tienen porqué ser un problema, sino todo lo contrario. Así que luchemos por esto, queridos lectores, por conseguir espacios reservados, dentro de nuestras ciudades, a los gatos que en ellas habitan, desterrando la estampa del minino famélico, sucio y, muchas veces, enfermo que nos viene a la mente al pensar en los asentamientos felinos de nuestro entorno. 









Me llamo Rumbo y soy un gato urbanita que comparte sus experiencias cotidianas y sus reflexiones felinas con todo aquel que quiera leerlas. ¿Os animáis?











